domingo, 20 de diciembre de 2009

Parte 5

Mi diáfana figura despertó, mi finita felicidad (porque así somos, finitos) de estar y ser, de percibir a través de mi piel y ojos los rayos del nuevo fuego. Intenté tocar París y el Polo norte con mis extremidades, saqué mi lengua para que se asoleara con el sabor del AM, parecía tener una granja de arañas sobre mi cabeza, escapé sigilosamente del rectángulo cómodo para evitar que regresaras a la realidad, antes de eso mis visores mariposa te captaron. Regresé al santuario de texturas, colores, sabores repugnantes, vapores y olores artificiales.

La mañana caminó junto a ti. Partimos de mi melocotón hogar, seguiste tu sendero y yo me guié por un caminito de hojas. Llegué con mi destino, mi sátira amiga, saltó sobre mí para estrujarme, gritar risas y apelotonar atropelladas palabras. A coro proseguía, armonioso nuestro viento sonoro. Ella profundísima era, sabia, exprimiendo cariño… la quiero en verdad.


Sus intermedias palabras para mi fueron: ¡Doncella mía! Atrapé flagrante a la falaz de la vida, desnudándose ante mis ojos, arrancando su piel con cierta ternura, exclamando blasfemias, agonizando por reinar cobre mí, cantándome pata seducirme, arrastrando su cuerpo en putrefacción sobre la tierra fértil… al ver su retrato sané mi ceguera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario